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Por Carolina Álvarez Alatorre

En el vasto y a menudo opaco escenario de la historia, hay nombres que se desvanecen mientras otros brillan con una luz que a menudo eclipsa las contribuciones de quienes están en la sombra. Gerda Taro, fotoperiodista durante la Guerra Civil Española, es un ejemplo notable de este fenómeno. 

Nacida en 1910, como Gerta Pohorylle en Stuttgart, Alemania, Taro fue una de las muchas judías que sufrieron la persecución nazi en la década de 1930, lo que la llevó a huir a París. Allí, bajo el nombre de Gerda Taro, comenzó su carrera como fotógrafa, caracterizada por capturar eventos políticos y sociales que se desarrollaban a su alrededor.

Es en el contexto de la Guerra Civil Española donde Taro encontró una nueva voz y  propósito. Sus fotografías, como Soldada republicana en Barcelona (1936) y Milicianas (1936), son testimonios congelados de un momento turbulento en la historia, donde las mujeres desempeñaron roles activos y decisivos en la lucha contra el fascismo.

En estas imágenes podemos ver a las mujeres representadas como héroes, en posiciones de lucha y formadas en filas, reminiscentes de la propaganda de guerra. Pero detrás de la composición hay una verdad más profunda: mujeres que encuentran su cotidianidad enfrentando el horror de la guerra, desafiando estereotipos de género y luchando por un fin en común.

La historia de Taro es también la historia de la invisibilidad. Durante mucho tiempo, su trabajo fue atribuido erróneamente a su pareja de muchos años Robert Capa, reflejando una tendencia sistemática de marginar las contribuciones de las mujeres en el ámbito del fotoperiodismo y más ampliamente en la sociedad. Solo a través de la aparición de la maleta mexicana, tres cajas de negativos extraviadas, se descubrió la verdadera autoría de muchas de las fotografías presentadas bajo el nombre de Capa, revelando la magnitud del legado de Taro.

El destino de Gerda Taro fue trágico y prematuro. En 1937, mientras cubría el frente de batalla en la Batalla de Brunete, fue aplastada por un tanque militar, convirtiéndose en la primera mujer fotoperiodista en morir en la línea del frente.

Hoy, en un mundo marcado por la violencia y la desigualdad de género, el legado de Gerda Taro cobra una nueva relevancia. Su valentía, su compromiso y su determinación nos recuerdan la importancia del papel de las mujeres en las luchas sociales y en la narración no hegemónica de la historia. La fotografía, cuando se utiliza de manera ética y respetuosa, es un importante medio para informar sobre la realidad de la guerra y sus consecuencias humanas, sin caer en la explotación o la pornografía del sufrimiento. En un mundo donde las luchas por la justicia y la igualdad continúan, debemos honrar el legado de Gerda Taro y seguir luchando por un futuro donde todas las voces sean escuchadas y todas las historias sean contadas.

En el contexto latinoamericano, es crucial reconocer el trabajo de las fotoperiodistas que arriesgan sus vidas, privacidad y seguridad para dar voz a las experiencias de aquellas que son víctimas de un sistema de justicia precario. Aunque su valor debería ser reconocido diariamente, hoy es un buen día para agradecer a todas aquellas que documentan las marchas; aquellas que dan una plataforma a madres en búsqueda de sus hijas desaparecidas; a aquellas que hacen ruido.